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Lengua de Signos: Para que Carmen tenga quien la entienda

18 de junio, 2012
Carmen sólo se comunicaba con su madre.

Carmen sólo se comunicaba con su madre.

Cuando se habla de accesibilidad se piensa casi siempre en barreras arquitectónicas. Pero hay muchas otras barreras que a veces ni imaginamos. En Torrecampo, un pueblo de Córdoba con poco más de 1.000 habitantes, Carmen tiene entre ella y el resto del mundo una enorme barrera. Vive incomunicada en una residencia.

«Carmen nació sorda y sólo sabía comunicarse con su madre, ya fallecida», cuenta Amparo Álvarez, la dinamizadora local del Centro Guadalinfo de Torrecampo. «Sólo Sebastián, un vecino del pueblo que va a visitarla y la lleva de paseo, parece comprender a Carmen, aunque, como el resto, no entiende sus gestos y reacciones», añade.

Esta situación de aislamiento y la necesidad de afecto movió a Amparo a pedir permiso en la residencia para trabajar con Carmen. Había recibido un pequeño curso de Lengua de Signos en el que descubrió que «era relativamente fácil trabajar con el vocabulario si necesidad de hablarlo».

Así surgió ‘Lengua de Signos’, un proyecto de innovación social que lidera Amparo. «Empecé trabajando con Carmen, preparando fichas y juegos con palabras y signos. Es increíble el poco material que hay al respecto, así que tuve que hacerlo prácticamente todo con ayuda de varios usuarios del Centro Guadalinfo, que se concienciaron, involucraron y aprendieron un poco de vocabulario», comenta la dinamizadora de Torrecampo.

Taller de lenguaje de signos con niños y discapacitados.

Taller de lenguaje de signos con niños y discapacitados.

Pero Amparo no se ha limitado sólo a trabajar con Carmen. También lo hace con niños del pueblo, a través de juegos sencillos, y con discapacitados psíquicos, a quienes ayuda a superar sus dificultades en el habla:

«Una anécdota que te hace ver hasta qué punto los niños se replantean las cosas fue cuando una niña participante de estas divertidas actividades, mirándome con la inquietud que supone no poder resolver una duda existencial, me preguntó que como los sordos podían decirse secretos si las otras personas podían ver lo que se decían», relata Amparo.

«Una niña me preguntó que cómo los sordos podían decirse secretos si las otras personas podían ver lo que decían»

No todo es color de rosa en este proyecto. Amparo reconoce que carece de formación específica y que el hecho de que nadie en la residencia hable lengua de signos hace que a veces Carmen se desmotive. Pero lo seguirá intentando. Otras veces surgen razones para la esperanza: «La familia de Sebastián ha mostrado gran interés y ha aprendido algunas palabras, así cuando vienen a Torrecampo aprovechan para reforzar un poco el vocabulario», apunta la dinamizadora local.

«Da gusto trabajar en este campo, es muy reconfortante y divertido», concluye Amparo.

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