“El derecho a la supervivencia no admite vallas, ni cuchillas”
El Centro Baraka es una de las actividades de la Delegación de Migraciones de la Diócesis de Tánger. Realiza una gran labor social. Pero la permanencia del Centro se encuentra en entredicho. La fundación ETEA, la Universidad Loyola de Andalucía, así como la red Guadalinfo, a través de Goteo Andalucía, buscan comprometer a la sociedad con el Proyecto Baraka, con el fin de potenciar las oportunidades de desarrollo en Marruecos y combatir la fuerte emigración de la población de Nador, una de las áreas más deprimidas del país.
Pedro Caldentey, director de la Fundación ETEA para el Desarrollo y la Cooperación, es el coordinador del Proyecto de apoyo al Centro Baraka.
—¿Cómo surge el Proyecto?
—Todo surgió del llamamiento que nos hizo el jesuita Esteban Velázquez para conocer la realidad de la frontera entre Melilla y Nador, que es también frontera de España y Marruecos, y de Europa y África. Allí conocimos los dos principales trabajos que desarrolla la Delegación de Migraciones en Nador. Uno es apoyar a los inmigrantes subsaharianos que, refugiados en el monte Gurugú, esperan saltar la valla en condiciones muy duras, sometidos a las arbitrariedades de ambos gobiernos. Y el otro es el Centro Baraka, que trata precisamente de buscar soluciones a la necesidad de emigrar para sobrevivir, ofreciendo formación profesional a sectores vulnerables de la población de Nador.
—¿Ve posibilidades o potencial de salida a Nador?
—Es muy fácil ver Nador con los ojos de la experiencia de desarrollo de algunas regiones de España como Andalucía. El turismo tiene un enorme potencial, igual que la agricultura y su posición geográfica es muy relevante. Sin embargo, es una de las provincias con más pobreza y menos desarrolladas de Marruecos.
—¿Qué materias se imparten en el centro?
—El Centro Baraka funciona desde 2009, a partir de un proyecto ejecutado por Solidaridad Don Bosco, la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y Cáritas Tánger. Desde entonces, el Centro ha ofrecido formación en actividades profesionales como pastelería, cocina, fontanería, informática y electricidad, facilitando la capacitación laboral a más de 100 jóvenes y mujeres al año, que son los colectivos en que se concentra. Son muy importantes también las clases de español y francés. Nosotros retomamos los apoyos ahora que las subvenciones de la cooperación se cierran.
—El Centro Baraka quiere orientar la formación de las personas hacia el turismo, ¿por qué?
—Existen planes de inversión en el sector turístico en Nador a partir de un plan nacional de desarrollo. Y algunas empresas españolas como Meliá han planificado crear más de cien mil plazas hoteleras en los próximos 5 años. Es una gran oportunidad como fuente de trabajo para la región.
—¿Por qué el Centro Baraka es un centro de mediación laboral?
—Queremos que esta nueva fase convierta a Baraka en un centro de mediación laboral, que no se limite a formar jóvenes y mujeres, sino que case la oferta con la demanda. Nos parece muy factible y de mutuo beneficio el llegar a acuerdos con empresas hoteleras para determinar qué formación laboral van a demandar y para adaptar la formación del centro a esas necesidades.
—La recesión que sufre España, con los sucesivos recortes, en especial con los que atañen a la materia de la cooperación, ¿ha incidido también en esa deprimida zona marroquí?
—Ha incidido pero no de manera muy rotunda. Más bien ha acrecentado los problemas de control de la migración ligados a la valla de Melilla que nunca podrá compensar la fuerza que viene de la necesidad de sobrevivir. Pero dentro de los problemas que el país tiene, Marruecos dispone de un equilibrio interesante de motores internos y externos de desarrollo que hace menos dependiente al país.
—¿Es buena solución el crowdfunding?
—Creo que sí. Es una herramienta de financiación que apela a la solidaridad de la gente y que juega de manera admirable con el poder de la suma de muchos pequeños esfuerzos. Nos parecía que la cercanía del Centro Baraka nos obligaba a recurrir a la financiación privada y solidaria y no a depender de las Administraciones y sus menguantes subvenciones.
—¿Está encontrando apoyo necesario en los andaluces?
—Estamos muy contentos de la respuesta y eso que planteamos una financiación mínima alta porque queremos que el centro se pueda preparar para cumplir su rol de mediación laboral. Contamos hasta ahora con 50 aportaciones individuales y eso que hemos lanzado la propuesta en pleno verano y sin la comunidad universitaria presente. Pero además la Universidad Loyola Andalucía está muy comprometida con el proyecto y hemos recibido aportaciones muy importantes de la Fundación Focus Abengoa y de donantes anónimos muy relevantes del entorno de las comunidades y obras de la Compañía de Jesús en Córdoba. Empresas como Vittalia o antiguas promociones de ETEA como la 84-89 son patrocinadoras destacadas.
—¿Qué ocurrirá una vez haya llegado al horizonte del crowdfunding?
—El horizonte que planteamos nos permite resolver el mantenimiento del centro durante los próximos meses y volcarnos en su diseño como centro de mediación laboral. Queremos asegurar un modelo de trabajo que haga sostenible al centro en el futuro inmediato.
En un corto grabado por alumnos de Comunicación de la Universidad de Loyola, Esteban Velázquez, asegura: “Cuando ves el dolor cerca y cuando te sale la indignación de palpar el dolor y la injusticia cerca, un minuto es mucho tiempo, mucho”.
—¿Está de acuerdo con esas palabras, se puede acometer para remediar lo que dice el director del Centro?
—Completamente. El derecho a la supervivencia no admite vallas, ni cuchillas, ni frenos ni leyes en contra. Las políticas de control de la migración son inútiles ante esa fuerza y causan problemas y sufrimiento a aquellos que nacen en el lado “equivocado” de la valla. Por eso es imprescindible la solidaridad de todos para apoyar soluciones que aseguren a las personas posibilidades de tener una vida digna allá donde te toque nacer.
Entrevista con Pedro Caldentey, coordinador del Proyecto Baraka